LA
TETA PATRIA
Costa Rica es el único país del mundo donde la plata sobra pero
no alcanza.
Me explico: el Estado tiene dinero a chorros para el beneficio personal
del jerarca o burócrata, mas no para la obra y el servicio públicos.
“Nada nuevo bajo el sol”, me dirá usted. Correcto. Solo que
ahora a niveles de barbarie nacional.
El festín de privilegios salariales en instituciones públicas,
denunciado en estos días a través de la prensa, es apenas la gloriosa
bienvenida al arca abierta.
Porque no son solo la UCR, el ICE, la CNFL, JAPDEVA, RECOPE,
RACSA, la CCSS…
El baño de plata se da en todas las instancias del poder, desde
la suprema élite política hasta la flor y nata institucional y gremial.
Me pregunto ¿qué hizo por el país el ex jerarca público que en
este momento recibe de pensión más de ¢16 millones al mes? ¿Cuál fue su mérito?
¿O el mérito de los otros suertudos -cochina envidia la mía- que
cada mes engordan sus billeteras con ¢10, ¢12 y ¢14 millones?
Pues vivir en un país rico, aunque desigual, porque con la mitad
de esas cifras exorbitantes comerían muchos niños y se realizarían muchas obras
de bien social.
Somos ricos no solo pagando salarios o pensiones de lujo con
cargo al presupuesto nacional.
También vacaciones, incapacidades, días libres, alquileres,
horas extra, viajes, jubilaciones prematuras, prebendas, bonificaciones,
viáticos y premios sin orden ni concierto.
Así como estudios, asesorías y consultorías de proyectos
concebidos para que nunca cuajen, de modo que luego haya que pagar nuevas
investigaciones para ver por qué no cuajan hasta que al final el cuajado es uno.
Y todo eso, por supuesto, bajo la careta de las contrataciones,
concesiones, convenciones, licitaciones y comisiones.
O sea, como jugando de muy legales. De muy íntegros.
La famosa “trocha”, por ejemplo, es la más reciente alegoría
nacional al desperdicio, es decir, a lo que los políticos y burócratas son
capaces de hacer con los recursos públicos.
Recursos que a ellos, por supuesto, no les cuestan una gota de
sudor.
Al punto de que ahora el Gobierno quiere más a través de frescos
y jugosos impuestos. ¿Para continuar las imparables saturnales?
Porque, claro, al “señor de los ¢16 millones de pensión” y a
todos los que le siguen habrá que ajustarles también su religioso ingreso
mensual, no vaya a ser que la inflación, la crisis o la devaluación les haga
hueco en el bolsillo.
Y no es que uno se oponga a que la gente gane bien, sino al
injusto reparto de la riqueza pública, hoy más que nunca concentrada en áreas
improductivas en desmedro de la gran obra nacional.
Queridos costarricenses: que no les quepa ahora la menor duda de
dónde están las aulas, los hospitales, las carreteras, la vivienda, los puentes
y los trenes que tanto necesitamos.
PUBLICADO POR "CIUDADANOS"