lunes, 12 de octubre de 2015

LA TETA PATRIA (de Edgar Espinoza)

LA TETA PATRIA

Costa Rica es el único país del mundo donde la plata sobra pero no alcanza.

Me explico: el Estado tiene dinero a chorros para el beneficio personal del jerarca o burócrata, mas no para la obra y el servicio públicos.

“Nada nuevo bajo el sol”, me dirá usted. Correcto. Solo que ahora a niveles de barbarie nacional.

El festín de privilegios salariales en instituciones públicas, denunciado en estos días a través de la prensa, es apenas la gloriosa bienvenida al arca abierta.

Porque no son solo la UCR, el ICE, la CNFL, JAPDEVA, RECOPE, RACSA, la CCSS…

El baño de plata se da en todas las instancias del poder, desde la suprema élite política hasta la flor y nata institucional y gremial.

Me pregunto ¿qué hizo por el país el ex jerarca público que en este momento recibe de pensión más de ¢16 millones al mes? ¿Cuál fue su mérito?

¿O el mérito de los otros suertudos -cochina envidia la mía- que cada mes engordan sus billeteras con ¢10, ¢12 y ¢14 millones?

Pues vivir en un país rico, aunque desigual, porque con la mitad de esas cifras exorbitantes comerían muchos niños y se realizarían muchas obras de bien social.

Somos ricos no solo pagando salarios o pensiones de lujo con cargo al presupuesto nacional.

También vacaciones, incapacidades, días libres, alquileres, horas extra, viajes, jubilaciones prematuras, prebendas, bonificaciones, viáticos y premios sin orden ni concierto.

Así como estudios, asesorías y consultorías de proyectos concebidos para que nunca cuajen, de modo que luego haya que pagar nuevas investigaciones para ver por qué no cuajan hasta que al final el cuajado es uno.

Y todo eso, por supuesto, bajo la careta de las contrataciones, concesiones, convenciones, licitaciones y comisiones.

O sea, como jugando de muy legales. De muy íntegros.

La famosa “trocha”, por ejemplo, es la más reciente alegoría nacional al desperdicio, es decir, a lo que los políticos y burócratas son capaces de hacer con los recursos públicos.

Recursos que a ellos, por supuesto, no les cuestan una gota de sudor.

Al punto de que ahora el Gobierno quiere más a través de frescos y jugosos impuestos. ¿Para continuar las imparables saturnales?

Porque, claro, al “señor de los ¢16 millones de pensión” y a todos los que le siguen habrá que ajustarles también su religioso ingreso mensual, no vaya a ser que la inflación, la crisis o la devaluación les haga hueco en el bolsillo.

Y no es que uno se oponga a que la gente gane bien, sino al injusto reparto de la riqueza pública, hoy más que nunca concentrada en áreas improductivas en desmedro de la gran obra nacional.

Queridos costarricenses: que no les quepa ahora la menor duda de dónde están las aulas, los hospitales, las carreteras, la vivienda, los puentes y los trenes que tanto necesitamos.



PUBLICADO POR "CIUDADANOS"

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